De cuentos en México 2
31/05/2014 - blocLa Universidad Tecnológica de Celaya es un centro educativo que abarca desde preescolar hasta estudios superiores, posee unas hermosas instalaciones y un auditorio climatizado: nos instalamos allí y organizamos el orden de las contadas. Es una oportunidad estupenda para poder escucharnos unos a otros y también trabajar en equipo, ver lo que sucede en cada momento, pues en nuestro trabajo con lo efímero cada contada se convierte en algo único y especial, irrepetible. Y así, la mañana fluye, con los cuentos. Los niños y los no tan niños son participativos y risueños. De esa mañana recuerdo especialmente a Aneta, nuestra narradora polaca de corazón mexicano, contando la historia de la calabaza rodante, un cuento compartido por numerosas tradiciones, gracias a la cual una avispada viejecita escapa de las garras de diferentes animales feroces del bosque. Los niños de preescolar disfrutaron de lo lindo con este cuento: cuando la abuelita caminaba por el bosque Aneta introdujo un ritmo que imitaba los pasos lentos de la señora, era un ritmo muy pegadizo y los niños se acercaban a ella caminando despacito, y cuando aparecía el lobo o el oso, ¡zas!, volvían a escape a sus asientos, muertos de la risa, disfrutando del juego, y es que los cuentos te ayudan a caminar por la vida disfrutando.
En las tres sesiones, LeLuMus (Cristina y Yademira, que forman el duo Lecturas Lúdicas Musicalizadas) remataron con sus estupendos versicuentos, y fue muy chistoso escuchar como después de interpretar “No me gusta bañarme”, un montón de niños, verdaderamente preocupados por la aversión de Yademira hacia el agua, le daban consejos del tipo “dígale a su mamá que le prepare el agua tibia”, “meta primero un piecedito, luego el otro…”, “cierre los ojos y verá qué rica está”. Antonio Lavín obsequió a los más grandes con una leyenda de espantos sobre la bomba de agua de Celaya, y al finalizar una de las contadas, cuando ya nos despedíamos, se oyó una voz que decía: “Falta un cuento, ¡el del hombre!” dijo una niña, señalando a Antonio Alanis, que nos había acompañado para sacar fotografías. Y es que a los niños no se les escapa nada… A partir de entonces presentamos a Antonio como un cuentero gráfico, que cuenta sus historias a través de la imagen. La sopa de piedra y Ma Beauté también encontraron su espacio, y cuatro dragones chinos surcaron los cielos del auditorio.
hombre diciendo: “Señorita, usted es cuentera, ¿verdad? Venga, le mostraré que ha salido en la edición del Sol del Bajío de hoy”. Y así es, el domingo nos entrevistaron a algunos de los narradores invitados y durante toda la semana irán apareciendo en el periódico. El hombre estaba al tanto del festival y nos pidió información sobre las funciones y las galas, prometiendo acudir.
Es una oportunidad extraordinaria poder ver tantas formas de contar y comunicar, y luego tener espacio y tiempo para hablar de ello. A la hora de la cena, se organiza el orden del día siguiente: «Siento hacerles madrugar, pero en esa escuela se cuenta en una cancha sin techado y es conveniente evitar que los niños se expongan mucho al sol», nos dice Laura, siempre pensando en que todo el mundo esté cómodo y pueda disfrutar de los cuentos. Así que nos retiramos todo lo pronto posible, pues al día siguiente siguen los cuentos.
Y yo sigo con mi viaje por este hermoso país, caminito de Palenque, de la blancura de Mérida al verde que te quiero verde, ya les iré contando.