De cuentos en Letonia
02/05/2013 - blog
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26 de abril
Enseguida salimos hacia el castillo de Pelči, un misterioso edificio que alberga una escuela para niños con discapacidad. Visitamos la confortable biblioteca infantil y descubrimos que el caserón tiene un montón de rincones donde jugar al escondite. No tiene un fantasma, pero en el cementerio vecino a veces se ha visto pasear una dama de blanco que podría ser el espíritu que habita el castillo. Y es que en Letonia hay una especial predilección por los cuentos de fantasmas, especialmente por parte de los niños. En la sala de actos del edificio anexo ya nos esperan para escuchar cuentos: aquí suelen venir narradores, e incluso algunos niños de la escuela cuentan también, así que nos reciben con entusiasmo. Y con razón dicen que este país es una «nación de cantantes», pues enseguida se apuntan a corear el «bombombom birlibom birlibom» que cantan el abuelo, el niño y el pollino. Ágata hace un gran trabajo para que los cuentos lleguen a todo el mundo, y al acabar la sesión nos regalan a cada narrador un precioso cuadro pintado por los pequeños artistas de la escuela.
Nos vamos corriendo hacia la Biblioteca de Kuldīga, donde tenemos dos sesiones para niños con otras narradoras de la localidad. Kuldīga es una pequeña ciudad de la región de Kurzeme donde parece que se haya detenido el tiempo. La gente se conoce, se saluda por la calle, se detienen a hablar, hay un sentimiento de pertenencia, de comunidad. Aquí es precisamente donde hace 7 años se llevó a cabo como parte de un proyecto Grundtvig, ‘El desarrollo de las capacidades narrativas de los adultos: una perspectiva europea’ (2006-2008), un programa de narración para personas mayores. Este programa permitió descubrir algunas narradoras maravillosas y formar una verdadera comunidad de narración.
Llegamos y los cuentos ya han empezado, así que nos unimos al grupo de narradoras. Tengo la suerte de escuchar la historia de la hija de la Madre Agua del río Venta (contada por Guntis en el Maratón de Guadalajara y que explica el misterio de los peces voladores del río Venta) de boca de la propia Liesma Lagzdiņa, una mujer que conoce todas las historias de la región y las cuenta con sencillez y frescura. Los gestos son sencillos y austeros. Esto es algo que según me comentó Guntis, le chocó bastante cuando estuvo en Guadalajara y vio a narradores de otros lugares, que empleaban más recursos teatrales o escénicos. Pero la austeridad báltica viene sazonada por la hermosa musicalidad del idioma letón, y a pesar de no conocer el idioma, al preguntar luego sobre los cuentos, veo que he entendido lo que los gestos indicaban. Gestos austeros y precisos que cumplen su cometido.
Escucho también a otras narradoras: Ārija Klēvere, Ausma Lūse e Ivita Kalnozola-Kalsere, más conocida como Pasaku Ragana, «La bruja de los cuentos», de quienes os hablaré más adelante, pues podré escucharlas varias veces y en diferentes situaciones.
Inita, Jaak y yo nos unimos al grupo de narradoras y añadimos nuestro granito de arena con alguna historia. La historia de Jaak y su nieta me recuerda a los veranos que pasaba en casa de mis abuelos, donde imaginábamos mundos paralelos. Inita también cuenta una historia de risa y entiendo la palabra putra que he aprendido por la mañana en el desayuno. Seguimos con las historias y hasta un niño se anima y cuenta un cuento. Todo el mundo está preparándose para ganarse la escudilla de sopa de pescado del día siguiente.
Después de la sesión comemos y aprovechando que la lluvia nos da una tregua, vamos a visitar la localidad de la mano de Liesma, que conoce el pueblo palmo a palmo, historia a historia. Dice la leyenda que una mujer se volvió loca cuando su prometido apareció muerto poco antes de la boda. Desde entonces se dedicó a coleccionar gatos, aislada del mundo, y todo el mundo empezó a llamarla Katalina, pues coleccionaba gatos (kaķis en letón). Finalizamos el paseo en la cascada del río Venta, para observar los peces voladores, llamados vimba, que dan unos espectaculares saltos, intentando salvar el desnivel de la pequeña cascada. Después de ver algo así es imposible no creer en las maravillas. Si queréis, un día os contaré la historia de la hija del río Venta y el misterio de los peces voladores, aunque no sé si le podré hacer justicia.
Los suitis son una pequeña comunidad católica que han conservado intactas sus tradiciones. Se les conoce en especial por un canto popular llamado burdon que suelen interpretar las mujeres, con temas de tipo humorístico, que ha sido reconocido como parte del Patrimonio Cultural Intangible de la Humanidad por la UNESCO. Sin embargo, hasta ahora no se habían recopilado sus cuentos. Pero parece ser que finalmente se han puesto manos a la obra y los han recopilado en un libro acompañado de CD que se presenta hoy: SUITIJA, por lo que es un paso importante.
Lo que queda claro es que todo el mundo se lo pasa en grande con estos cantos irreverentes, un gran ejemplo de fusión, y me alegra ver que sigue siendo una tradición viva y amada por todos. Supongo que a la iglesia no le hará tanta gracia, pero la cultura tradicional no tiene que nada que ver con lo políticamente correcto. Quizá por eso siempre se la haya considerado algo menor, poco importante. Pero ahí radica también su fuerza, su pervivencia en la memoria de la gente.
Luego compartimos un delicioso refrigerio: pan de centeno con diferentes pescados ahumados, unas pequeñas empanadas con panceta llamadas pīrāgi, y las famosas sklandrauši, unas deliciosas tartaletas de zanahoria y patata típicas de Kurzeme. Hablo con algunas mujeres suiti y les doy las gracias por sus cantos. «¡Pues a mi me ha encantado el cuento de la mujer lobo!». Todo el mundo se agolpa a la mesa para disfrutar de la comida, se llenan los vasos, se brinda… Pruebo una infusión de prímula, llamada aquí gaiļbikši, que significa ‘pantalones de cocinero’, y me hace gracia el nombre.Alguien celebra su cumpleaños y todo el mundo empieza a cantar en su honor; luego se van improvisando cantos para cada persona de los presentes. En Letonia hay una gran afición por el canto improvisado: la métrica de las dainas, las canciones tradicionales letonas, unos cuartetos cortos de expresión poética concisa, cargada de símbolos, dan pie a la libre combinatoria y a la improvisación y eso me hace pensar en los tiempos de Homero, en los que cuento y canto eran todo uno. Estamos muy al norte, a orillas del mar Báltico, pero la gente me parece tan cálida y abierta como en el Mediterráneo, dispuesta a disfrutar de la buena compañía.

Una vez finalizada la sesión, siguen las charlas: de repente Liesma descubre que hablo alemán y pasamos un buen rato parloteando. «Aquí también tenemos cuentos de hombres lobo. Dicen que si alguien pasa por debajo de las raíces de un árbol, se transforma en lobo, pero en un lobo con sed de sangre humana, y sólo se le puede matar disparándole con balas de plata.» Le digo que sus historias son más valiosas que el oro. Sonríe y me dice: « Kuldīga antes se llamaba Goldingen». Por algo será. Ārija se une al grupo: es una mujer menuda y que no para de moverse y cuenta historias divertidas con mucho salero. También habla un poco de alemán, y empieza a cantarme con Jaak una canción que empieza «Oh Susanna, Marianna…», ella en letón y Jaak en su versión estonia. Canciones y cuentos unidos otra vez…
Vamos al coche en dirección a la última sesión de cuentos de la jornada: cuentos de fantasmas en la escuela de Kuldīga. Pero al verme bostezar, antes de ir a la escuela pasan por el hotel y me mandan a la cama. «Quiero ir a escuchar los cuentos», insisto, como una niña, pero Guntis, Liesma y Ārija se mantienen firmes: nos envían al hotel a Jaak y a mí para que descansemos. Māra Mellēna me ha dejado uno de los espléndidos mantos de colores para contar mañana en el exterior, pues han anunciado lluvia y mal tiempo. Pero Liesma dice que conoce una canción para hacer que las nubes pasen de largo. Espero que funcione, pues el cielo está bastante encapotado. Me voy a dormir, y en cuanto toco la cama, me quedo dormida, exhausta. Mañana es el día principal del festival; espero que los cantos de Liesma funcionen.