Dentro de ocho días estaré contando en el Harlem Jazz Club. D’avui en vuit, como diría mi abuelo, una expresión que empleaba a menudo y me encantaba oír. Al principio se reía un poco de mi extraña manía de coleccionar historias. Para él, eso eran cuentos de viejas, lo que valía la pena preservar eran las cosas reales, no las imaginarias. Pero poco a poco su curiosidad natural le avivó el interés y empezó a mirar los cuentos con otros ojos. A cada visita me tenía reservada una pequeña sorpresa: el nombre de un cuento o de un personaje de leyenda, un fragmento de una canción medio olvidada, un hecho sorprendente, algún chiste… Todo cobraba un nuevo valor visto bajo otra luz.
Esto es un poco lo que ha sucedido con los cuentos que pueblan la sesión de A los cuatro vientos. Mi repertorio, repleto de lugares lejanos, andaba algo escaso de cuentos de la península. Se me antojaban insulsos, faltos de color, quizá por aquello que dicen que los pastos más lejanos siempre son los más verdes. Hasta que un día los metí en mi maleta para contarlos en otras tierras, y a fuerza de tocarlos, palparlos, darles la vuelta, empecé a descubrir colores, giros e imágenes de extraña belleza que antes no tenían. O eso creía yo. Era cuestión de mirarlos con otros ojos.
Os espero el próximo sábado 18 de diciembre en el Harlem Jazz Club, para compartir con vosotros estos pequeños descubrimientos.
